III. Wolf
—
¡No! ¡Por favor no me dejes! – gritaba
la mujer vestida de blanco.
Estaba
rodeada de agua y cada vez se hundía más en la laguna azul iba al fondo, en
medio de todo este caos, Wolf podía escuchar el llanto de un niño, su hijo,
atrapado dentro de un cristal similar al de un reloj de arena que se sumergía
hasta la oscuridad.
Wolf
había tenido otra pesadilla, pasaba de un sueño teñido de color azul a tener
una luz amarilla en la cara, había tenido una pesadilla dentro ese motel barato
dónde había pasado la noche, era realmente un lugar terrible, la televisión no
encendía y las sabanas de la cama era extremadamente toscas con su piel, este
hombre había tenido una noche de perros. Dormir nunca era fácil para Wolf, la
mayoría de las veces soñaba con su esposa y su hijo, habían fallecido en un
accidente dónde su auto había caído a una laguna al lado de la carretera y
ellos se habían ahogado, mientras Wolf había salido disparado por el vidrio por
no llevar cinturón, su cuerpo aún llevaba las cicatrices de ese día y de su
vida plagada de excesos y momentos difíciles desde la infancia, era un ex
militar extremadamente entrenado que quiso una vida más tranquila pero nunca
pudo esconderse del destino trágico que lo seguía desde su niñez, días en los
que su padre había tomado una escopeta y se habría volado la cabeza en el ático,
Wolf encontró el cuerpo después de llegar del colegio, había sido la crisis
económica, el país había pasado por varias pero ninguna tan fuerte como esa, el
suicidio del padre de Wolf sólo se sumaba a la cifra que había sido captada de
ese fatídico 22 de abril dónde los despidos masivos habían hecho perder
cualquier esperanza de vida a la clase trabajadora. Desde entonces Wolf había
empezado a trabajar tan sólo teniendo ocho años, hacia mandados por su
vecindario para ganarse unos cuantos centavos que le entregaba a su madre con
la esperanza de ayudarla con todas las obligaciones que ella tenía. Cuando él
tenía quince su madre falleció, tanto trabajo la había llevado a sufrir varios
colapsos en el cuerpo, Wolf se había vuelto un huérfano más, buscó arreglarse
la vida trabajando cómo mecánico de día y siendo parte una pandilla en la
noche, su cuerpo era enorme así que siempre le ayudaba en las peleas, podía
machacar a cualquier bandido sin importar el arma que llevaran, Wolf siempre
ganaba, por lo que era muy temido. Con los años se hizo cada vez más feroz y
fue reclutado por un mafiosos cómo su guardaespaldas personal, la paga era bien
así que Wolf aceptó el trato, fueron años más tranquilos, la vida de los
mafiosos a diferencia de las pandillas no es tan agitada, era más estable, más
diplomática por lo que Wolf también aprendió a desenvolverse en la oratoria,
era un hombre enorme con grandes capacidades de discurso, lo que siempre se
sorprendía. Tanto poder en las manos lo volvió un ebrio que usaba la fuerza
desmedidamente, no se sorprendería si por esa época habría matado a uno o dos
de tantos golpes, más cuando siempre los doblaba en tamaño, debido a esto le
habían apodado “La bestia”, por lo que se había hecho un tatuaje con los
números 666 sobre el brazo.
La
costumbre de sobrepasarse en fuerza le había salido cara, había matado al jefe
de una banda, un testigo importante lleno de información en plena calle, era un
cabo suelto, la mafia no puede permitírselos, para ese punto Wolf había dejado
varios cabos sueltos para el jefe y tenía demasiada información como para
simplemente dejarlo ir. En una noche en la que Wolf estaba completamente ebrio
había mandado a diez hombres a su casa, cada uno armado y con una sola misión,
matarlo. El jefe sabía que no sería fácil, incluso desarmado Wolf era un
peligro así que quería un trabajo limpio, quería asegurar la muerte del que por
años, había sido su mejor hombre. Los diez hombres se pararon justo afuera de
su casa, ninguno tocó el timbre ni dijo nada, el líder de todos derribó la
puerta de un golpe para entrar, los pasos fueron ligeros sobre la alfombra,
cada uno sabía a dónde ir, dos de ellos fueron al cuarto dónde Wolf dormía,
noches antes habían estado bebiendo con él en su casa así que la conocían, ya
no eran compañeros de trabajo, él era un nuevo enemigo que debían eliminar.
Wolf
tenía los sentidos agudos, a pesar de su borrachera los había escuchado desde
que estaban afuera y se había encerrado en el armario con varias armas sobre el
cuerpo, vio dos sombras cruzar el umbral de su puerta y acercarse a su cama, en
ese instante, no dudó en cortarle el cuello al primero, era Denis un tipo
agradable a pesar de su trabajo. Luego se abalanzó sobre el siguiente y de un
golpe le desencajó la mandíbula la cuál le quedó torcida de inmediato, el
sujeto cayó al suelo y Wolf decidió darle un pisotón para romperle la nariz y
dejarle el rostro aún peor, este era Bob, era de los nuevos reclutas del jefe.
Para el momento nadie se había dado cuenta de dónde estaba, aprovechó para
ahorcar y noquear a Mario, quien había sido un buen amigo hasta ese entonces.
En la cocina estaba William y Terry conversando entre ellos, al primero le
lanzó un cuchillo desde las sombras el cuál se lo clavó en un ojo, Terry por el
otro lado salió a correr despavorido, pero Wolf logró taclearlo, azotó su cara
contra el suelo varias veces hasta ver partes de los huesos de su ex compañero
brotando en medio de la sangre. En la sala pudo ver a Adam, Joe y a Eddie los
tres más jóvenes, sintió cierta lástima por ellos, pero prefería que murieran
ellos a morir el, tres disparos certeros fueron suficientes para que los tres
cayeran al piso muertos. Quedaban Hoffman y Wilson, se habían ubicado en la
piscina, la luz de la luna se reflejaba sobre esta así que ambos eran tan sólo
sombras desde el punto de vista de Wolf que salía desde la oscuridad para dar
la cara y tener una lucha con dos grandes asesinos, había cierto honor entre
ellos, al ver el gesto de este, los dos soltaron sus pistolas y sacaron un
cuchillo, el combate había empezado.
Wolf
tomó la iniciativa y cortó a Hoffman en el pecho, este retrocedió mientras
Wilson buscaba acertar una puñalada baja a Wolf quien la detuvo con la mano, el
cuchillo se enterró y traspasó al otro lado, pero “La bestia” no parecía
retroceder ante esto. Pudo ver a Hoffman acercándose por el otro lado de la
piscina, por lo que tomó a Wilson y se lo arrojó encima, luego lanzó una patada
voladora para que ambos tropezaran y cayeran al suelo. Del golpe contra el piso
Wilson soltó el cuchillo así que Wolf aprovechó para pateárselo lejos, este
apresuró a cogerlo mientras se arrastraba, pero La bestia sabía a dónde
golpear, en la parte baja de la columna, si Wilson sobrevivía era muy probable
que quedara paralítico, el hombre se retorcía del dolor olvidando sus
intenciones de tomar el cuchillo. Mientras tanto Hoffman empezaba una ofensiva
muy agresiva en contra de Wolf, balanceaba el cuchillo y Wolf tuvo que
retroceder unos pasos, poco a poco vio su patrón de ataque, golpes muy largos
pero que dejaban un lado del cuerpo descubierto, el gigantesco hombre aprovechó
esto para apuñalarlo justo en el riñón, esto dejaba al rival muy confuso, pero
Hoffman sonrío al ver esto, había sacado otro cuchillo de algún lugar y había
dado el golpe en la parte trasera del hombre, justo en dónde Wolf tenía su
tatuaje de la banda Metallica, el viejo Hoffman de barba canosa y pelo largo
recogido era un gran estratega, le había asestado una segunda puñalada a Wolf
muy cerca al cuello, este respondió con un rodillazo en la boca del estómago,
el viejo había caído al suelo por segunda vez por la falta de aire, pero
aprovechó para arrojar uno de los cuchillos al abdomen de Wolf, el cuchillo se
enterró fuertemente y por poco lo detiene, pero la adrenalina era mucha, el
viejo había lanzado su última esperanza de detener a la bestia quien hundía el
mismo cuchillo que le había arrojado contra su pecho. En cuanto a Wilson le fue
más fácil, él ya había perdido el combate hace mucho, le propició una muerte
rápida con un disparo a la cabeza. Denis, Bob, William, Terry, Mario, Adam,
Joe, Eddie, Hoffman y Wilson, todos en algún momento amigos suyos, habían ido
esa noche a matarlo.
Wolf
huyó, la única salida que tenía y la que le pareció la más sensata, unirse al
ejército para lograr escapar. Durante varios años patrulló tierras desérticas,
con el calor del sol sobre la cabeza y la muerte siguiéndole los pasos sobre el
caliente suelo. Luchó combates y la instrucción le enseñó a medir la fuerza
ante sus oponentes, ahora era un hombre mucho más letal que antes, ganaba por
estrategia y no sólo por fuerza bruta. Fue el mejor tirador de su pelotón y
también clave en la operación Rattlehead, en dónde tuvieron que infiltrarse
tras líneas enemigas para tomar un puente y evitar que cruzaran hacia una gran
ciudad. La carretera le recordaba a esos años, por eso estaba ahí en ese motel
de mala muerte, cómo una alma errante que patrulla las carreteras del país, con
el dinero de su vida militar se había comprado una moto Harley Davidson para
andar por todo lado. Para Wolf, este era sólo un día más, desde hace una semana
que por primera vez sabía a dónde iba, iba camino a ver a su banda favorita,
Immortuos, una banda de black metal a la que seguía desde sus años en el ejército,
le encantaba su estilo trasgresor y sus letras sobre temas oscuros que nadie
más tocaba, había encontrado en esta música un escape desde que era niño. El
concierto era al día siguiente y Wolf debía conducir hasta el sitio, un campo
abierto lejos de la ciudad ya que en la gran ciudad de había levantado una
polémica porque el grupo tocara en ese lugar, por lo que Wolf tuvo que viajar
en su moto al nuevo sitio.
Wolf
iba por la carretera con la música a todo volumen con sus gafas puestas, su
apariencia era extremadamente rubia a pesar de tener muchos años más encima de
cuándo estaba en la mafia o en el ejército, de algún modo “La bestia” aún
seguía dentro de él. Desde hace mucho tiempo Wolf había tenido un estado de
paz, incluso después de fallecer su esposa e hijos. Incluso ahora quería una
vida tranquila, alejado de la personas, teniendo pequeños placeres cómo este
concierto, era un lobo solitario que andaba por el desierto, aullando a través
de canciones de heavy metal. Wolf anduvo todo el día por la carretera sólo
parando para comer, por lo que al caer la noche vio un bar al borde de la
carretera y sintió las ganas de tomarse un trago. El lugar estaba lleno de
muchas personas, al parecer todos iban al concierto, todos vestían de negro e
iban con el pelo de largo, algunos tenían el maquillaje clásico del black
metal, habían mujeres hermosas de aspecto rudo y otras de aspecto delicado. Wolf
se acercó a la barra.
—
Un Jack Daniel´s porfavor – le dijo al
barman
El
mesero le sirvió un vaso pequeño.
—
No, una botella entera por favor, no
todos los días es el día anterior a ver a Immortuos – le dijo con cierto humor
al hombre del bar quien sonrió.
—
Tienes razón – dijo el barman.
El
lugar tenía un buen ambiente y Wolf pensó en pasar un buen rato ahí, conversó
con algunas personas sobre diferentes bandas durante algunas horas. Tres copas
más y empezaron todos a cantar los clásicos de Judas Priest. Después de varios
sorbos Wolf sintió la emoción de ver a su banda favorita, después de mucho
tiempo sentía felicidad, cantaba con unos desconocidos y bebía para celebrar,
no para ahogar los flashes que a veces le venían a la mente de su esposa
hundiéndose al fondo de la laguna. A ella la había conocido en un lugar
parecido, ambos aún jóvenes, ella con su mirada fría pero un corazón
apasionado, él con una dura coraza de músculos pero un deseo de reivindicarse
en el alma. Habían empezado a hablar porque ella le ofreció una cerveza, desde
entonces empezaron a verse regularmente, iban al cine, escuchaban música
mientras conducían, con los años decidieron asentarse y tener a su hijo Dany,
nombrado tras el nombre verdadero de Devoratrix, el cantante de Immortuos,
Daniel Zelowski. Su vida era brillante, Wolf fundó un taller mecánico, lo que
le apasionaba desde joven, le iba bien, pero una noche lluviosa un camión chocó
contra su auto, este se salió del puente y fue a dar a una gran laguna, cuando
Wolf era joven las personas no solían usar mucho el cinturón de seguridad,
tenía esta mala costumbre, pero en ese momento, le había salvado la vida, pudo
ver el carro hundirse antes de caer desmayado. Despertó días después en un
hospital preguntando por María, su esposa, la noticia lo devastó. Durante el
mes siguiente el tiempo se convirtió en un sumidero que estancaba memorias y
alucinaciones por igual, cómo si los colores que componían los recuerdos de
Wolf perdieran sus colores para hacerse completamente azules cómo el fondo del
mar dónde los peces juegan con la poca luz del sol que les llega, era cómo si
la casa que habían habitado por tantos años era ahora un campanario que hacia
retumbar las paredes de piel de cuerpo de Wolf cada que ponía pie en su
interior, no le quedaba más remedio que ponerse las manos en los oídos y gritar
en la desesperación de encontrarse ante el espejo del vacío que lo dejaba
desnudo y le hacía ver sus heridas de guerra cómo tatuajes sin significado, las
puñaladas de Hoffman parecían dolerle más que nunca antes de dormir y la vida
parecía resumirse en la ventana de su cuarto que de vez en cuando le permitía
ver la luna y aullarle en noches despejadas. A Wolf no le quedó más remedio que
vender la casa y recorrer el país hasta perder la noción del espacio y no saber
que se estaba acercando ni al lugar dónde yacían los cuerpos de su familia o
donde yacían sus recuerdos con ellos, desde ese entonces ya no tenía recuerdos
nuevos, vivía día a día, un día era cómo cualquier otro, conducía sin ir a
ninguna parte, la vida no era diferente fuera a dónde fuera, por eso sus sueños
tampoco lo eran.
En
medio de canto y canto entró al bar un hombre que parecía querer ser ignorado
por todo el mundo, llevaba un cuaderno y un gabán, corrió a sentarse a una mesa
vacía en la esquina del lugar. Wolf se sentía bien en esa noche por lo que
quiso conversar con este desconocido. Se sentó al frente de él y lo miró a los
ojos.
—
¿Quieres un trago amigo? – le dijo
Wolf mostrándole la botella.
—
Por favor, agradecería que me dejaran
sólo – dijo el desconocido agachando el rostro.
—
Oye no hay problema, únete la
celebración ¿También vienes para el concierto? – Wolf quería insistir a pesar
del rechazo del hombre.
—
No, no vine a ningún concierto, voy de
paso.
—
¿Y a dónde te diriges?
—
Eso no es de su incumbencia señor.
—
Vamos un poco de amabilidad no está
mal.
—
No quiero ser descortés, pero de
verdad prefiero no tener compañía.
—
Ahhh ya lo entiendo – dijo Wolf –
tienes problemas con la ley.
—
No, mis problemas van mucho más allá
de la ley.
—
¿A qué se refiere?
—
Por última vez, le pido que no me hable,
sólo vine a comer a este lugar, voy de camino, no tardaré en irme y no quiero
que nadie se me acerque.
Wolf
realmente no comprendía lo que sucedía. Tomó un trago y a pesar de estar
molestado con el hombre.
—
Está bien, pero sí necesitas ayuda con
algo tan sólo dímelo, mi nombre es Wolf – le dijo con una sonrisa en el rostro.
Wolf
no había terminado de pararse de la mesa cuándo de repente empezó a escuchar
una algarabía cerca a la entrada, una mujer gritaba de dolor y los demás
parecían muy conmocionados.
—
¡Me ha mordido! – gritó la mujer
mientras caía en los brazos de un hombre.
Fue
instantáneo, cómo un yunque cayendo al suelo, la mujer había terminado sus
palabras y tras parecer no tener fuerzas por el ataque levantó su torso para
alcanzar el cuello del hombre con los dientes, los cuáles se clavaron en este,
fue todo una reacción en cadena, uno tras otro se fueron mordiendo cómo las
hormigas se pasan cosas las unas a las otras, era cómo ver una fila de dominós
caer de forma coordinada, de repente la masa de personas parecía una ola que
iba y venía en distintas direcciones.
—
No puede ser, han llegado tan rápido
hasta aquí – exclamó el misterioso hombre del gabán.
—
¿Qué está diciendo? – le preguntó
Wolf.
El
hombre empezó a correr pero Wolf aprovechando lo largo que era el gabán lo
arrastró hasta sí mismo.
—
¡Hable! – Del rostro de Wolf había
desaparecido toda señal de amabilidad con dicho hombre, el motivo por el cuál
era tan temido tanto en la mafia cómo en el ejercito, era una masa enorme
cariñosa, pero cuándo se trataba de circunstancias claves, Wolf era siempre La
bestia.
—
Escuche Wolf, trabajo para el centro
de investigación Blackwell, haya se ha desarrollado algo, algo peor que las
siete plagas que han dicho en la biblia o peor que cualquier arma que usted
haya oído, nuestras vidas están en peligro, porque esas cosas ahora están aquí
y no se detendrán ante nada – dijo el hombre con la voz temblorosa.
Wolf
sintió cierta preocupación, sostenía al hombre con tan sólo una mano y por
precaución miró hacia la entrada, ahora todos los sujetos que estaba en el bar
estaba caminando de forma uniforme hacia él, todos en conjunto, inmediatamente
soltó al hombre y empezó a repartir puñetazos a diestra y siniestra, cada golpe
era tan fuerte que hacía que la cabeza de estos sujetos explotara y cayeran sus
sesos sobre las paredes y ventanas del bar, uno tras otro avanzaban
frenéticamente pero así mismo caían, Wolf asestaba un gancho derecho y un
izquierdo haciendo una especie de Dempsey Roll que aprendió en el ejercito, su
cuerpo entero se tambaleaba tan rápido que el hombre sólo podía ver la figura
gigante de Wolf sacudirse a medida que conectaba los golpes, las paredes
parecían las de una carnicería, repletas de sangre al punto de que no se podía
ver exterior, La bestia había salido y Wolf con una sonrisa en el rostro había
derrotado a todos los zombis en cuestión de minutos.
—
¿Eso es todo lo que tienen estas
cosas? – preguntó Wolf con su cara pálida y los ojos enrojecidos cómo los de un
diablo.
El
hombre estaba atónito, durante meses había visto el desarrollo de estas
criaturas y lo resistentes que eran, todo para que este desconocido las
destrozara como el cuchillo a la mantequilla, su fuerza era descomunal.
—
Lo mejor es que salgamos de aquí
cuánto antes – dijo el hombre.
—
No creo que eso sea posible –
respondió Wolf señalando hacia afuera.
La
hora de zombis venía de todas partes, estaban completamente rodeados, eso había
sido sólo la primera tanda.
—
Creo que aún tenemos unos minutos,
podemos reforzar las ventanas y aguantar lo más que podamos a ver si podemos
con todos – dijo Wolf
—
¿Poder con todos? ¿Ha visto cuántos
hay? – respondió el hombre completamente alterado.
—
Sí, pero no creo que haya mucho que
podamos hacer, tenemos que matarlos a todos, es nuestra única oportunidad de
escapar con vida y si no, moriremos luchando, moriremos en pie – Wolf volvía a
tener esos gesto amables.
—
Vale, creo que podemos lograrlo, es
usted un animal.
—
Ahhh gracias. Creo que en estos sitios
siempre hay una escopeta debajo de la barra.
Wolf
se acercó a la barra y la encontró.
—
Úsela usted, yo estoy bien con el
combate cuerpo a cuerpo, es de dos cañones pero es mejor que nada – dijo Wolf
mientras se arrancaba las mangas de la camiseta – Más le vale que tengamos
suerte.
—
O que esta no sea la horda que viene
de la gran ciudad, si lo es, serán millones de ellos – dijo el hombre que se
había quitado el gabán y se había remangado la camisa.
—
Entonces mataremos millones – dijo
Wolf con una sonrisa en el rostro.
No
tardaron mucho los zombis en empezar a golpearse contra las paredes, podían
oler la carne fresca adentro, la añoraban así como un sabueso añora los huesos,
empezaron a meter sus manos a través de las ventanas y emitir sus gruñidos.
—
Jordan, ese es mi nombre – dijo el
hombre mientras miraba hacia la ventana.
—
Mucho gusto, Wolf – le respondió.
—
¿De verdad te llamas así? – preguntó
Jordan.
Wolf
estuvo a punto de responder esa pregunta pero un zombi metiéndose lo
interrumpió, de inmediato Jordan lo cayó con un tiro en la cabeza. A sus
espaldas había entrado otro, Wolf le arrojó la pata de una silla con tanta
fuerza que le arrancó la cabeza a la criatura.
—
Va a ser una noche larga – dijo Wolf
con ironía.
Enfrentaron
a varios zombis que entraban de a poco al lugar, nada más entraban Wolf y
Jordan reaccionaban, la formula funcionaba, no podían ver cuántos eran, pero
sabían que eran mucho, las criaturas caían una y otra vez y seguían llegando,
era los dos, espalda con espalda, grandes compañeros en la adversidad. Wolf no
se encontraba así desde el ejército, una vez había tenido que aguantar durante
varios días con poca munición y poca comida con uno de sus compañeros,
Jonathan, ambos se cubrieron las espaldas mientras los enemigos buscaban
matarlos, pero ambos se cuidaron el uno al otro, era un código no escrito entre
colegas, el de cubrirse, Jonathan había confesado sus deseos de volver a ver su
esposa y sus dos hijos, tenía gente esperándolo, siempre antes del peligro
sacaba las fotos de sus familiares, les daba un beso y se echaba la bendición.
Los
dos dentro de una casa y sudando balas al tiempo que se cubrían de estas,
estaba decididos a salir de esa, aguantaron hasta la madrugada en la que
empezaron a correr por los callejones de la extraña población dónde se
encontraban, Jonathan era muy astuto y sabía burlar al enemigo, le habían hecho
creer al enemigo que seguían en la casa poniendo unas municiones en la estufa
mientras ellos corrían hacia un vehículo. Faltando tan sólo unos metros para
este Jonathan cayó al lado de Wolf, le habían dado en la espalda, ya no podía
caminar.
—
¡Corre! Déjame aquí y sálvate – gritó
Jonathan.
Wolf
lo cargó en el hombro y corrió tan rápido como pudo, Jonathan era el único
sobreviviente de su pelotón, no podía dejarlo morir, no cuándo se habían
cuidado durante tanto tiempo. Wolf logró llegar al auto con tan sólo una bala
rozándole el brazo, empezó a conducir a través del desierto lo más rápido que
pudo.
—
Escúchame Wolf, no creo que lo logre,
me estoy desangrando – Jonathan hablaba entre lágrimas.
—
¡No digas eso! Te llevaré al médico –
gritó Wolf.
—
Tómalas – Jonathan le estaba pasando
las fotos de su familia – Cada una tiene un mensaje que le escribí a cada uno,
por favor llévaselas a mi familia.
Wolf
las tomó mientras lloraba.
—
Al menos cumplí mi misión de que a ti
no te dieran – dijo Jonathan en su último suspiro.
Al
llegar a la base Wolf sólo estaba cargando el cadáver de su amigo, buscando a
un médico en todos lados, estaba tan conmocionado que no se dio cuenta de que
Jonathan estaba inerte y frío, Wolf intentaba salvarlo, se sentía más culpable
de su muerte que de la de sus excompañeros mafiosos, la casa en dónde habían
aguantado durante tanto tiempo fue tomada ese mismo día, el ejército había
esperado a hacer una misión para tomar la villa, se habían tardado todo ese
tiempo esperando a juntar todas las fuerzas necesarias para hacerlo, en ningún
momento habían pensado en una misión de rescate para ellos dos, así que de
verdad sólo se habían tenido el uno al otro. Al día siguiente Wolf presentó su
renuncia al ejército.
Wolf
no sentía cansancio, los años habían endurecido cada centímetro de su piel, a
Jordan le daba la impresión que por más zombis que llegaran jamás podrían con
Wolf, era un hombre macizo que podía con todo, la vida no había podido
derribarlo nunca a pesar de todos los golpes que le habían dado. Los cuerpos
poco a poco se apilaban uno encima de otro, cada vez se hacía más difícil moverse
por el lugar, ya las balas escaseaban para Jordan quien sobrevivía cómo podía,
Wolf lanzaba golpes y objetos por todo el lugar, cada que lo hacia las partes
despedazadas de un zombi llovían sobre el suelo ya infestado de un rojo
profundo como los ojos de Wolf quien parecía retomar esa forma de bestia, era
feroz, la mente de una bestia no es la que está en blanco y sólo dispuesta a
luchar como un berserker, dentro de la mente de una bestia hay tormento, hay un
dolor tan congelante que hace que los huesos se sientan cómo agujas penetrantes
dentro del cuerpo, dentro del cuerpo de esta bestia había una agonía
interminable que parecía no iba a terminar jamás, incluso por estos monstruos
que se amontonaban entorno a él, Jordan no podía entender por qué este hombre aún
se mantenía en pie cuándo debería de estar agotado tras luchar cómo un gladiador,
cómo no tenía ni el mas mínimo rasguño, cómo se aferraba aún a la vida a pesar
de haberlo perdido todo, en el corazón de esta bestia no le quedaba más que
dolor que era más fuerte que cualquier cosa.
—
¡Sí este es el final nunca pensé que
sería así! – gritó Wolf en voz alta – Sí es aquí cuándo muero he llegado muy
lejos ¿Cierto María? Yo debí de ser quien me hundía en el bosque no ustedes,
pero prefiero ser yo quien esté aquí en este infierno a que lo hubieran sido tú
y Dany.
En
la mente de esta bestia estaba su esposa hundiéndose en el oscuro azul de una
laguna y su hijo atrapado tras un cristal que se asemejaba a un reloj de arena,
no había una ira irracional hacia los enemigos, había un tristeza tan profunda
cómo el azul que teñía esta memoria de él luchando contra los zombis, luchó y
luchó con esta pena profunda en el alma y con la voluntad casi hecha añicos en
esa noche de pesadilla tan real cómo cada una de sus cicatrices y sus tatuajes,
tan real como el dolor que sentía, fue tanto así, que al amanecer ya no quedaba
ninguno, Wolf los había destrozado a todos con tan sólo sus manos, el bar
estaba ahora recubierto en trozos de carne provenientes de un horror
inentendible, la sangre estaba como si fuese sido parte de una lluvia caída del
cielo y encima de todo esto, estaba él, el último en pie, sentado en una de las
butacas de la barra esperando a que Jordan terminara el café para desayunar.
—
Qué desastre más sangriento – dijo
Wolf en tono burlesco – La verdad llegué a pensar que habías muerto.
—
La verdad es que vi que tenías todo
bajo control y sólo me escondí en el sotano– respondió Jordan con la cafetera
en la mano y la corbata desarreglada.
—
Qué inteligente – exclamó Wolf a la
vez que bebía el primer sorbo de su café – Tal vez por eso trabajabas en
Blackwell.
—
Sí, soy ingeniero biológico. Trabajé
ahí por quince años hasta que las cosas empezaron a salirse de control con este
virus, vi mi oportunidad de escapar – respondió Jordan quien también daba un
sorbo a su café.
—
Entonces ¿Qué tan jodidos estamos?
—
No lo sé, abandoné el laboratorio en
cuánto otro científico se contagió, no conozco el alcance del virus, pero por
los hechos de anoche, diría que ya contaminó todo esta región y ya estará
llegando a las otras seguramente.
—
Eran demasiados.
—
Y pudieron haber sido más, si hubieran
sido de la gran ciudad, no estaríamos aquí. En el laboratorio teníamos cuarenta
sujetos de prueba, los cuarenta se transformaron y de esos, cinco obtuvieron
mutaciones que los hacían más letales, es decir uno de cada ocho evolucionan,
fueron los cinco primeros en llegar así que entre más viva el virus, más
posibilidades tienen de mutar.
—
Entonces esos que enfrentamos anoche….
—
Sí, eran bebés prácticamente, nos
llegaron los contagiados nuevos, puede que los del laboratorio hayan ido a
Winewood, pobre gente.
—
Diablos, realmente estamos jodidos.
Supongo que ya no habrá concierto.
—
En medio de todo esto ¿Piensas en un
concierto? – dijo Jordan con una molestia algo cómica.
—
De no haber sido por eso no hubiese
estado aquí y tú seguramente estarías muerto, entonces agradécele a Immortuos
por haber hecho la gira.
—
Estarán muertos seguramente.
—
No lo creo, son unos cabrones duros,
además tiene pactos con el diablo y seres demoniacos.
—
¿En serio crees en esas cosas?
—
Ah, de seguro eres un hombre de
ciencia.
—
Seguramente, me han llamado así antes.
—
Te gusta mucho esa expresión ¿No?
—
Seguramente – dijo Jordan en tono
burlesco.
—
Seguramente tengamos que viajar juntos
ahora.
—
Eso espero, formamos un buen duo.
—
Ya lo creo, haces un buen café.
—
Y tú golpeas muy bien a esas cosas.
—
Qué buena división de
responsabilidades.
—
Hago lo que puedo.
—
Claro, la ciencia de esconderse
mientras tu compañero los mata.
Ambos
rieron en ese momento, se conocieron anoche, pero al igual que con Jonathan, se
había creado algo más allá de las palabras, se había cuidado las espaldas y
cómo miembros de una hermandad se habían protegido, pero esta vez, ambos habían
sobrevivido, Wolf había logrado que no hirieran a su compañero, que ahora le
preparaba el desayuno mientras disfrutaban el aroma del café por encima del
olor a muerto en esta bella mañana.
—
Creo que es el inicio de una gran
amistad – dijo Wolf sonriendo antes de tomar del café caliente.
—
Seguramente –Jordan alzó la taza cómo
en señal de un pequeño brindis.
Los
dos amigos se quedaron conversando mientras comían, después de un rato pudieron
ver llegar a la cafetería teñida de sangre a una mujer cabello rubio y a un
chico de más o menos trece años con una chaqueta de cuero llena de parches.
—
¡No! ¡Por favor no me dejes! – gritaba
la mujer vestida de blanco.
Estaba
rodeada de agua y cada vez se hundía más en la laguna azul iba al fondo, en
medio de todo este caos, Wolf podía escuchar el llanto de un niño, su hijo,
atrapado dentro de un cristal similar al de un reloj de arena que se sumergía
hasta la oscuridad.
Wolf
había tenido otra pesadilla, pasaba de un sueño teñido de color azul a tener
una luz amarilla en la cara, había tenido una pesadilla dentro ese motel barato
dónde había pasado la noche, era realmente un lugar terrible, la televisión no
encendía y las sabanas de la cama era extremadamente toscas con su piel, este
hombre había tenido una noche de perros. Dormir nunca era fácil para Wolf, la
mayoría de las veces soñaba con su esposa y su hijo, habían fallecido en un
accidente dónde su auto había caído a una laguna al lado de la carretera y
ellos se habían ahogado, mientras Wolf había salido disparado por el vidrio por
no llevar cinturón, su cuerpo aún llevaba las cicatrices de ese día y de su
vida plagada de excesos y momentos difíciles desde la infancia, era un ex
militar extremadamente entrenado que quiso una vida más tranquila pero nunca
pudo esconderse del destino trágico que lo seguía desde su niñez, días en los
que su padre había tomado una escopeta y se habría volado la cabeza en el ático,
Wolf encontró el cuerpo después de llegar del colegio, había sido la crisis
económica, el país había pasado por varias pero ninguna tan fuerte como esa, el
suicidio del padre de Wolf sólo se sumaba a la cifra que había sido captada de
ese fatídico 22 de abril dónde los despidos masivos habían hecho perder
cualquier esperanza de vida a la clase trabajadora. Desde entonces Wolf había
empezado a trabajar tan sólo teniendo ocho años, hacia mandados por su
vecindario para ganarse unos cuantos centavos que le entregaba a su madre con
la esperanza de ayudarla con todas las obligaciones que ella tenía. Cuando él
tenía quince su madre falleció, tanto trabajo la había llevado a sufrir varios
colapsos en el cuerpo, Wolf se había vuelto un huérfano más, buscó arreglarse
la vida trabajando cómo mecánico de día y siendo parte una pandilla en la
noche, su cuerpo era enorme así que siempre le ayudaba en las peleas, podía
machacar a cualquier bandido sin importar el arma que llevaran, Wolf siempre
ganaba, por lo que era muy temido. Con los años se hizo cada vez más feroz y
fue reclutado por un mafiosos cómo su guardaespaldas personal, la paga era bien
así que Wolf aceptó el trato, fueron años más tranquilos, la vida de los
mafiosos a diferencia de las pandillas no es tan agitada, era más estable, más
diplomática por lo que Wolf también aprendió a desenvolverse en la oratoria,
era un hombre enorme con grandes capacidades de discurso, lo que siempre se
sorprendía. Tanto poder en las manos lo volvió un ebrio que usaba la fuerza
desmedidamente, no se sorprendería si por esa época habría matado a uno o dos
de tantos golpes, más cuando siempre los doblaba en tamaño, debido a esto le
habían apodado “La bestia”, por lo que se había hecho un tatuaje con los
números 666 sobre el brazo.
La
costumbre de sobrepasarse en fuerza le había salido cara, había matado al jefe
de una banda, un testigo importante lleno de información en plena calle, era un
cabo suelto, la mafia no puede permitírselos, para ese punto Wolf había dejado
varios cabos sueltos para el jefe y tenía demasiada información como para
simplemente dejarlo ir. En una noche en la que Wolf estaba completamente ebrio
había mandado a diez hombres a su casa, cada uno armado y con una sola misión,
matarlo. El jefe sabía que no sería fácil, incluso desarmado Wolf era un
peligro así que quería un trabajo limpio, quería asegurar la muerte del que por
años, había sido su mejor hombre. Los diez hombres se pararon justo afuera de
su casa, ninguno tocó el timbre ni dijo nada, el líder de todos derribó la
puerta de un golpe para entrar, los pasos fueron ligeros sobre la alfombra,
cada uno sabía a dónde ir, dos de ellos fueron al cuarto dónde Wolf dormía,
noches antes habían estado bebiendo con él en su casa así que la conocían, ya
no eran compañeros de trabajo, él era un nuevo enemigo que debían eliminar.
Wolf
tenía los sentidos agudos, a pesar de su borrachera los había escuchado desde
que estaban afuera y se había encerrado en el armario con varias armas sobre el
cuerpo, vio dos sombras cruzar el umbral de su puerta y acercarse a su cama, en
ese instante, no dudó en cortarle el cuello al primero, era Denis un tipo
agradable a pesar de su trabajo. Luego se abalanzó sobre el siguiente y de un
golpe le desencajó la mandíbula la cuál le quedó torcida de inmediato, el
sujeto cayó al suelo y Wolf decidió darle un pisotón para romperle la nariz y
dejarle el rostro aún peor, este era Bob, era de los nuevos reclutas del jefe.
Para el momento nadie se había dado cuenta de dónde estaba, aprovechó para
ahorcar y noquear a Mario, quien había sido un buen amigo hasta ese entonces.
En la cocina estaba William y Terry conversando entre ellos, al primero le
lanzó un cuchillo desde las sombras el cuál se lo clavó en un ojo, Terry por el
otro lado salió a correr despavorido, pero Wolf logró taclearlo, azotó su cara
contra el suelo varias veces hasta ver partes de los huesos de su ex compañero
brotando en medio de la sangre. En la sala pudo ver a Adam, Joe y a Eddie los
tres más jóvenes, sintió cierta lástima por ellos, pero prefería que murieran
ellos a morir el, tres disparos certeros fueron suficientes para que los tres
cayeran al piso muertos. Quedaban Hoffman y Wilson, se habían ubicado en la
piscina, la luz de la luna se reflejaba sobre esta así que ambos eran tan sólo
sombras desde el punto de vista de Wolf que salía desde la oscuridad para dar
la cara y tener una lucha con dos grandes asesinos, había cierto honor entre
ellos, al ver el gesto de este, los dos soltaron sus pistolas y sacaron un
cuchillo, el combate había empezado.
Wolf
tomó la iniciativa y cortó a Hoffman en el pecho, este retrocedió mientras
Wilson buscaba acertar una puñalada baja a Wolf quien la detuvo con la mano, el
cuchillo se enterró y traspasó al otro lado, pero “La bestia” no parecía
retroceder ante esto. Pudo ver a Hoffman acercándose por el otro lado de la
piscina, por lo que tomó a Wilson y se lo arrojó encima, luego lanzó una patada
voladora para que ambos tropezaran y cayeran al suelo. Del golpe contra el piso
Wilson soltó el cuchillo así que Wolf aprovechó para pateárselo lejos, este
apresuró a cogerlo mientras se arrastraba, pero La bestia sabía a dónde
golpear, en la parte baja de la columna, si Wilson sobrevivía era muy probable
que quedara paralítico, el hombre se retorcía del dolor olvidando sus
intenciones de tomar el cuchillo. Mientras tanto Hoffman empezaba una ofensiva
muy agresiva en contra de Wolf, balanceaba el cuchillo y Wolf tuvo que
retroceder unos pasos, poco a poco vio su patrón de ataque, golpes muy largos
pero que dejaban un lado del cuerpo descubierto, el gigantesco hombre aprovechó
esto para apuñalarlo justo en el riñón, esto dejaba al rival muy confuso, pero
Hoffman sonrío al ver esto, había sacado otro cuchillo de algún lugar y había
dado el golpe en la parte trasera del hombre, justo en dónde Wolf tenía su
tatuaje de la banda Metallica, el viejo Hoffman de barba canosa y pelo largo
recogido era un gran estratega, le había asestado una segunda puñalada a Wolf
muy cerca al cuello, este respondió con un rodillazo en la boca del estómago,
el viejo había caído al suelo por segunda vez por la falta de aire, pero
aprovechó para arrojar uno de los cuchillos al abdomen de Wolf, el cuchillo se
enterró fuertemente y por poco lo detiene, pero la adrenalina era mucha, el
viejo había lanzado su última esperanza de detener a la bestia quien hundía el
mismo cuchillo que le había arrojado contra su pecho. En cuanto a Wilson le fue
más fácil, él ya había perdido el combate hace mucho, le propició una muerte
rápida con un disparo a la cabeza. Denis, Bob, William, Terry, Mario, Adam,
Joe, Eddie, Hoffman y Wilson, todos en algún momento amigos suyos, habían ido
esa noche a matarlo.
Wolf
huyó, la única salida que tenía y la que le pareció la más sensata, unirse al
ejército para lograr escapar. Durante varios años patrulló tierras desérticas,
con el calor del sol sobre la cabeza y la muerte siguiéndole los pasos sobre el
caliente suelo. Luchó combates y la instrucción le enseñó a medir la fuerza
ante sus oponentes, ahora era un hombre mucho más letal que antes, ganaba por
estrategia y no sólo por fuerza bruta. Fue el mejor tirador de su pelotón y
también clave en la operación Rattlehead, en dónde tuvieron que infiltrarse
tras líneas enemigas para tomar un puente y evitar que cruzaran hacia una gran
ciudad. La carretera le recordaba a esos años, por eso estaba ahí en ese motel
de mala muerte, cómo una alma errante que patrulla las carreteras del país, con
el dinero de su vida militar se había comprado una moto Harley Davidson para
andar por todo lado. Para Wolf, este era sólo un día más, desde hace una semana
que por primera vez sabía a dónde iba, iba camino a ver a su banda favorita,
Immortuos, una banda de black metal a la que seguía desde sus años en el ejército,
le encantaba su estilo trasgresor y sus letras sobre temas oscuros que nadie
más tocaba, había encontrado en esta música un escape desde que era niño. El
concierto era al día siguiente y Wolf debía conducir hasta el sitio, un campo
abierto lejos de la ciudad ya que en la gran ciudad de había levantado una
polémica porque el grupo tocara en ese lugar, por lo que Wolf tuvo que viajar
en su moto al nuevo sitio.
Wolf
iba por la carretera con la música a todo volumen con sus gafas puestas, su
apariencia era extremadamente rubia a pesar de tener muchos años más encima de
cuándo estaba en la mafia o en el ejército, de algún modo “La bestia” aún
seguía dentro de él. Desde hace mucho tiempo Wolf había tenido un estado de
paz, incluso después de fallecer su esposa e hijos. Incluso ahora quería una
vida tranquila, alejado de la personas, teniendo pequeños placeres cómo este
concierto, era un lobo solitario que andaba por el desierto, aullando a través
de canciones de heavy metal. Wolf anduvo todo el día por la carretera sólo
parando para comer, por lo que al caer la noche vio un bar al borde de la
carretera y sintió las ganas de tomarse un trago. El lugar estaba lleno de
muchas personas, al parecer todos iban al concierto, todos vestían de negro e
iban con el pelo de largo, algunos tenían el maquillaje clásico del black
metal, habían mujeres hermosas de aspecto rudo y otras de aspecto delicado. Wolf
se acercó a la barra.
—
Un Jack Daniel´s porfavor – le dijo al
barman
El
mesero le sirvió un vaso pequeño.
—
No, una botella entera por favor, no
todos los días es el día anterior a ver a Immortuos – le dijo con cierto humor
al hombre del bar quien sonrió.
—
Tienes razón – dijo el barman.
El
lugar tenía un buen ambiente y Wolf pensó en pasar un buen rato ahí, conversó
con algunas personas sobre diferentes bandas durante algunas horas. Tres copas
más y empezaron todos a cantar los clásicos de Judas Priest. Después de varios
sorbos Wolf sintió la emoción de ver a su banda favorita, después de mucho
tiempo sentía felicidad, cantaba con unos desconocidos y bebía para celebrar,
no para ahogar los flashes que a veces le venían a la mente de su esposa
hundiéndose al fondo de la laguna. A ella la había conocido en un lugar
parecido, ambos aún jóvenes, ella con su mirada fría pero un corazón
apasionado, él con una dura coraza de músculos pero un deseo de reivindicarse
en el alma. Habían empezado a hablar porque ella le ofreció una cerveza, desde
entonces empezaron a verse regularmente, iban al cine, escuchaban música
mientras conducían, con los años decidieron asentarse y tener a su hijo Dany,
nombrado tras el nombre verdadero de Devoratrix, el cantante de Immortuos,
Daniel Zelowski. Su vida era brillante, Wolf fundó un taller mecánico, lo que
le apasionaba desde joven, le iba bien, pero una noche lluviosa un camión chocó
contra su auto, este se salió del puente y fue a dar a una gran laguna, cuando
Wolf era joven las personas no solían usar mucho el cinturón de seguridad,
tenía esta mala costumbre, pero en ese momento, le había salvado la vida, pudo
ver el carro hundirse antes de caer desmayado. Despertó días después en un
hospital preguntando por María, su esposa, la noticia lo devastó. Durante el
mes siguiente el tiempo se convirtió en un sumidero que estancaba memorias y
alucinaciones por igual, cómo si los colores que componían los recuerdos de
Wolf perdieran sus colores para hacerse completamente azules cómo el fondo del
mar dónde los peces juegan con la poca luz del sol que les llega, era cómo si
la casa que habían habitado por tantos años era ahora un campanario que hacia
retumbar las paredes de piel de cuerpo de Wolf cada que ponía pie en su
interior, no le quedaba más remedio que ponerse las manos en los oídos y gritar
en la desesperación de encontrarse ante el espejo del vacío que lo dejaba
desnudo y le hacía ver sus heridas de guerra cómo tatuajes sin significado, las
puñaladas de Hoffman parecían dolerle más que nunca antes de dormir y la vida
parecía resumirse en la ventana de su cuarto que de vez en cuando le permitía
ver la luna y aullarle en noches despejadas. A Wolf no le quedó más remedio que
vender la casa y recorrer el país hasta perder la noción del espacio y no saber
que se estaba acercando ni al lugar dónde yacían los cuerpos de su familia o
donde yacían sus recuerdos con ellos, desde ese entonces ya no tenía recuerdos
nuevos, vivía día a día, un día era cómo cualquier otro, conducía sin ir a
ninguna parte, la vida no era diferente fuera a dónde fuera, por eso sus sueños
tampoco lo eran.
En
medio de canto y canto entró al bar un hombre que parecía querer ser ignorado
por todo el mundo, llevaba un cuaderno y un gabán, corrió a sentarse a una mesa
vacía en la esquina del lugar. Wolf se sentía bien en esa noche por lo que
quiso conversar con este desconocido. Se sentó al frente de él y lo miró a los
ojos.
—
¿Quieres un trago amigo? – le dijo
Wolf mostrándole la botella.
—
Por favor, agradecería que me dejaran
sólo – dijo el desconocido agachando el rostro.
—
Oye no hay problema, únete la
celebración ¿También vienes para el concierto? – Wolf quería insistir a pesar
del rechazo del hombre.
—
No, no vine a ningún concierto, voy de
paso.
—
¿Y a dónde te diriges?
—
Eso no es de su incumbencia señor.
—
Vamos un poco de amabilidad no está
mal.
—
No quiero ser descortés, pero de
verdad prefiero no tener compañía.
—
Ahhh ya lo entiendo – dijo Wolf –
tienes problemas con la ley.
—
No, mis problemas van mucho más allá
de la ley.
—
¿A qué se refiere?
—
Por última vez, le pido que no me hable,
sólo vine a comer a este lugar, voy de camino, no tardaré en irme y no quiero
que nadie se me acerque.
Wolf
realmente no comprendía lo que sucedía. Tomó un trago y a pesar de estar
molestado con el hombre.
—
Está bien, pero sí necesitas ayuda con
algo tan sólo dímelo, mi nombre es Wolf – le dijo con una sonrisa en el rostro.
Wolf
no había terminado de pararse de la mesa cuándo de repente empezó a escuchar
una algarabía cerca a la entrada, una mujer gritaba de dolor y los demás
parecían muy conmocionados.
—
¡Me ha mordido! – gritó la mujer
mientras caía en los brazos de un hombre.
Fue
instantáneo, cómo un yunque cayendo al suelo, la mujer había terminado sus
palabras y tras parecer no tener fuerzas por el ataque levantó su torso para
alcanzar el cuello del hombre con los dientes, los cuáles se clavaron en este,
fue todo una reacción en cadena, uno tras otro se fueron mordiendo cómo las
hormigas se pasan cosas las unas a las otras, era cómo ver una fila de dominós
caer de forma coordinada, de repente la masa de personas parecía una ola que
iba y venía en distintas direcciones.
—
No puede ser, han llegado tan rápido
hasta aquí – exclamó el misterioso hombre del gabán.
—
¿Qué está diciendo? – le preguntó
Wolf.
El
hombre empezó a correr pero Wolf aprovechando lo largo que era el gabán lo
arrastró hasta sí mismo.
—
¡Hable! – Del rostro de Wolf había
desaparecido toda señal de amabilidad con dicho hombre, el motivo por el cuál
era tan temido tanto en la mafia cómo en el ejercito, era una masa enorme
cariñosa, pero cuándo se trataba de circunstancias claves, Wolf era siempre La
bestia.
—
Escuche Wolf, trabajo para el centro
de investigación Blackwell, haya se ha desarrollado algo, algo peor que las
siete plagas que han dicho en la biblia o peor que cualquier arma que usted
haya oído, nuestras vidas están en peligro, porque esas cosas ahora están aquí
y no se detendrán ante nada – dijo el hombre con la voz temblorosa.
Wolf
sintió cierta preocupación, sostenía al hombre con tan sólo una mano y por
precaución miró hacia la entrada, ahora todos los sujetos que estaba en el bar
estaba caminando de forma uniforme hacia él, todos en conjunto, inmediatamente
soltó al hombre y empezó a repartir puñetazos a diestra y siniestra, cada golpe
era tan fuerte que hacía que la cabeza de estos sujetos explotara y cayeran sus
sesos sobre las paredes y ventanas del bar, uno tras otro avanzaban
frenéticamente pero así mismo caían, Wolf asestaba un gancho derecho y un
izquierdo haciendo una especie de Dempsey Roll que aprendió en el ejercito, su
cuerpo entero se tambaleaba tan rápido que el hombre sólo podía ver la figura
gigante de Wolf sacudirse a medida que conectaba los golpes, las paredes
parecían las de una carnicería, repletas de sangre al punto de que no se podía
ver exterior, La bestia había salido y Wolf con una sonrisa en el rostro había
derrotado a todos los zombis en cuestión de minutos.
—
¿Eso es todo lo que tienen estas
cosas? – preguntó Wolf con su cara pálida y los ojos enrojecidos cómo los de un
diablo.
El
hombre estaba atónito, durante meses había visto el desarrollo de estas
criaturas y lo resistentes que eran, todo para que este desconocido las
destrozara como el cuchillo a la mantequilla, su fuerza era descomunal.
—
Lo mejor es que salgamos de aquí
cuánto antes – dijo el hombre.
—
No creo que eso sea posible –
respondió Wolf señalando hacia afuera.
La
hora de zombis venía de todas partes, estaban completamente rodeados, eso había
sido sólo la primera tanda.
—
Creo que aún tenemos unos minutos,
podemos reforzar las ventanas y aguantar lo más que podamos a ver si podemos
con todos – dijo Wolf
—
¿Poder con todos? ¿Ha visto cuántos
hay? – respondió el hombre completamente alterado.
—
Sí, pero no creo que haya mucho que
podamos hacer, tenemos que matarlos a todos, es nuestra única oportunidad de
escapar con vida y si no, moriremos luchando, moriremos en pie – Wolf volvía a
tener esos gesto amables.
—
Vale, creo que podemos lograrlo, es
usted un animal.
—
Ahhh gracias. Creo que en estos sitios
siempre hay una escopeta debajo de la barra.
Wolf
se acercó a la barra y la encontró.
—
Úsela usted, yo estoy bien con el
combate cuerpo a cuerpo, es de dos cañones pero es mejor que nada – dijo Wolf
mientras se arrancaba las mangas de la camiseta – Más le vale que tengamos
suerte.
—
O que esta no sea la horda que viene
de la gran ciudad, si lo es, serán millones de ellos – dijo el hombre que se
había quitado el gabán y se había remangado la camisa.
—
Entonces mataremos millones – dijo
Wolf con una sonrisa en el rostro.
No
tardaron mucho los zombis en empezar a golpearse contra las paredes, podían
oler la carne fresca adentro, la añoraban así como un sabueso añora los huesos,
empezaron a meter sus manos a través de las ventanas y emitir sus gruñidos.
—
Jordan, ese es mi nombre – dijo el
hombre mientras miraba hacia la ventana.
—
Mucho gusto, Wolf – le respondió.
—
¿De verdad te llamas así? – preguntó
Jordan.
Wolf
estuvo a punto de responder esa pregunta pero un zombi metiéndose lo
interrumpió, de inmediato Jordan lo cayó con un tiro en la cabeza. A sus
espaldas había entrado otro, Wolf le arrojó la pata de una silla con tanta
fuerza que le arrancó la cabeza a la criatura.
—
Va a ser una noche larga – dijo Wolf
con ironía.
Enfrentaron
a varios zombis que entraban de a poco al lugar, nada más entraban Wolf y
Jordan reaccionaban, la formula funcionaba, no podían ver cuántos eran, pero
sabían que eran mucho, las criaturas caían una y otra vez y seguían llegando,
era los dos, espalda con espalda, grandes compañeros en la adversidad. Wolf no
se encontraba así desde el ejército, una vez había tenido que aguantar durante
varios días con poca munición y poca comida con uno de sus compañeros,
Jonathan, ambos se cubrieron las espaldas mientras los enemigos buscaban
matarlos, pero ambos se cuidaron el uno al otro, era un código no escrito entre
colegas, el de cubrirse, Jonathan había confesado sus deseos de volver a ver su
esposa y sus dos hijos, tenía gente esperándolo, siempre antes del peligro
sacaba las fotos de sus familiares, les daba un beso y se echaba la bendición.
Los
dos dentro de una casa y sudando balas al tiempo que se cubrían de estas,
estaba decididos a salir de esa, aguantaron hasta la madrugada en la que
empezaron a correr por los callejones de la extraña población dónde se
encontraban, Jonathan era muy astuto y sabía burlar al enemigo, le habían hecho
creer al enemigo que seguían en la casa poniendo unas municiones en la estufa
mientras ellos corrían hacia un vehículo. Faltando tan sólo unos metros para
este Jonathan cayó al lado de Wolf, le habían dado en la espalda, ya no podía
caminar.
—
¡Corre! Déjame aquí y sálvate – gritó
Jonathan.
Wolf
lo cargó en el hombro y corrió tan rápido como pudo, Jonathan era el único
sobreviviente de su pelotón, no podía dejarlo morir, no cuándo se habían
cuidado durante tanto tiempo. Wolf logró llegar al auto con tan sólo una bala
rozándole el brazo, empezó a conducir a través del desierto lo más rápido que
pudo.
—
Escúchame Wolf, no creo que lo logre,
me estoy desangrando – Jonathan hablaba entre lágrimas.
—
¡No digas eso! Te llevaré al médico –
gritó Wolf.
—
Tómalas – Jonathan le estaba pasando
las fotos de su familia – Cada una tiene un mensaje que le escribí a cada uno,
por favor llévaselas a mi familia.
Wolf
las tomó mientras lloraba.
—
Al menos cumplí mi misión de que a ti
no te dieran – dijo Jonathan en su último suspiro.
Al
llegar a la base Wolf sólo estaba cargando el cadáver de su amigo, buscando a
un médico en todos lados, estaba tan conmocionado que no se dio cuenta de que
Jonathan estaba inerte y frío, Wolf intentaba salvarlo, se sentía más culpable
de su muerte que de la de sus excompañeros mafiosos, la casa en dónde habían
aguantado durante tanto tiempo fue tomada ese mismo día, el ejército había
esperado a hacer una misión para tomar la villa, se habían tardado todo ese
tiempo esperando a juntar todas las fuerzas necesarias para hacerlo, en ningún
momento habían pensado en una misión de rescate para ellos dos, así que de
verdad sólo se habían tenido el uno al otro. Al día siguiente Wolf presentó su
renuncia al ejército.
Wolf
no sentía cansancio, los años habían endurecido cada centímetro de su piel, a
Jordan le daba la impresión que por más zombis que llegaran jamás podrían con
Wolf, era un hombre macizo que podía con todo, la vida no había podido
derribarlo nunca a pesar de todos los golpes que le habían dado. Los cuerpos
poco a poco se apilaban uno encima de otro, cada vez se hacía más difícil moverse
por el lugar, ya las balas escaseaban para Jordan quien sobrevivía cómo podía,
Wolf lanzaba golpes y objetos por todo el lugar, cada que lo hacia las partes
despedazadas de un zombi llovían sobre el suelo ya infestado de un rojo
profundo como los ojos de Wolf quien parecía retomar esa forma de bestia, era
feroz, la mente de una bestia no es la que está en blanco y sólo dispuesta a
luchar como un berserker, dentro de la mente de una bestia hay tormento, hay un
dolor tan congelante que hace que los huesos se sientan cómo agujas penetrantes
dentro del cuerpo, dentro del cuerpo de esta bestia había una agonía
interminable que parecía no iba a terminar jamás, incluso por estos monstruos
que se amontonaban entorno a él, Jordan no podía entender por qué este hombre aún
se mantenía en pie cuándo debería de estar agotado tras luchar cómo un gladiador,
cómo no tenía ni el mas mínimo rasguño, cómo se aferraba aún a la vida a pesar
de haberlo perdido todo, en el corazón de esta bestia no le quedaba más que
dolor que era más fuerte que cualquier cosa.
—
¡Sí este es el final nunca pensé que
sería así! – gritó Wolf en voz alta – Sí es aquí cuándo muero he llegado muy
lejos ¿Cierto María? Yo debí de ser quien me hundía en el bosque no ustedes,
pero prefiero ser yo quien esté aquí en este infierno a que lo hubieran sido tú
y Dany.
En
la mente de esta bestia estaba su esposa hundiéndose en el oscuro azul de una
laguna y su hijo atrapado tras un cristal que se asemejaba a un reloj de arena,
no había una ira irracional hacia los enemigos, había un tristeza tan profunda
cómo el azul que teñía esta memoria de él luchando contra los zombis, luchó y
luchó con esta pena profunda en el alma y con la voluntad casi hecha añicos en
esa noche de pesadilla tan real cómo cada una de sus cicatrices y sus tatuajes,
tan real como el dolor que sentía, fue tanto así, que al amanecer ya no quedaba
ninguno, Wolf los había destrozado a todos con tan sólo sus manos, el bar
estaba ahora recubierto en trozos de carne provenientes de un horror
inentendible, la sangre estaba como si fuese sido parte de una lluvia caída del
cielo y encima de todo esto, estaba él, el último en pie, sentado en una de las
butacas de la barra esperando a que Jordan terminara el café para desayunar.
—
Qué desastre más sangriento – dijo
Wolf en tono burlesco – La verdad llegué a pensar que habías muerto.
—
La verdad es que vi que tenías todo
bajo control y sólo me escondí en el sotano– respondió Jordan con la cafetera
en la mano y la corbata desarreglada.
—
Qué inteligente – exclamó Wolf a la
vez que bebía el primer sorbo de su café – Tal vez por eso trabajabas en
Blackwell.
—
Sí, soy ingeniero biológico. Trabajé
ahí por quince años hasta que las cosas empezaron a salirse de control con este
virus, vi mi oportunidad de escapar – respondió Jordan quien también daba un
sorbo a su café.
—
Entonces ¿Qué tan jodidos estamos?
—
No lo sé, abandoné el laboratorio en
cuánto otro científico se contagió, no conozco el alcance del virus, pero por
los hechos de anoche, diría que ya contaminó todo esta región y ya estará
llegando a las otras seguramente.
—
Eran demasiados.
—
Y pudieron haber sido más, si hubieran
sido de la gran ciudad, no estaríamos aquí. En el laboratorio teníamos cuarenta
sujetos de prueba, los cuarenta se transformaron y de esos, cinco obtuvieron
mutaciones que los hacían más letales, es decir uno de cada ocho evolucionan,
fueron los cinco primeros en llegar así que entre más viva el virus, más
posibilidades tienen de mutar.
—
Entonces esos que enfrentamos anoche….
—
Sí, eran bebés prácticamente, nos
llegaron los contagiados nuevos, puede que los del laboratorio hayan ido a
Winewood, pobre gente.
—
Diablos, realmente estamos jodidos.
Supongo que ya no habrá concierto.
—
En medio de todo esto ¿Piensas en un
concierto? – dijo Jordan con una molestia algo cómica.
—
De no haber sido por eso no hubiese
estado aquí y tú seguramente estarías muerto, entonces agradécele a Immortuos
por haber hecho la gira.
—
Estarán muertos seguramente.
—
No lo creo, son unos cabrones duros,
además tiene pactos con el diablo y seres demoníacos.
—
¿En serio crees en esas cosas?
—
Ah, de seguro eres un hombre de
ciencia.
—
Seguramente, me han llamado así antes.
—
Te gusta mucho esa expresión ¿No?
—
Seguramente – dijo Jordan en tono
burlesco.
—
Seguramente tengamos que viajar juntos
ahora.
—
Eso espero, formamos un buen dúo.
—
Ya lo creo, haces un buen café.
—
Y tú golpeas muy bien a esas cosas.
—
Qué buena división de
responsabilidades.
—
Hago lo que puedo.
—
Claro, la ciencia de esconderse
mientras tu compañero los mata.
Ambos
rieron en ese momento, se conocieron anoche, pero al igual que con Jonathan, se
había creado algo más allá de las palabras, se había cuidado las espaldas y
cómo miembros de una hermandad se habían protegido, pero esta vez, ambos habían
sobrevivido, Wolf había logrado que no hirieran a su compañero, que ahora le
preparaba el desayuno mientras disfrutaban el aroma del café por encima del
olor a muerto en esta bella mañana.
—
Creo que es el inicio de una gran
amistad – dijo Wolf sonriendo antes de tomar del café caliente.
—
Seguramente –Jordan alzó la taza cómo
en señal de un pequeño brindis.
Los
dos amigos se quedaron conversando mientras comían, después de un rato pudieron
ver llegar a la cafetería teñida de sangre a una mujer cabello rubio y a un
chico de más o menos trece años con una chaqueta de cuero llena de parches.
por
Henry D. Valencia
Próximamente capítulo 4